El trasplante de médula.
El
viernes siete de junio recibí una llamada de la hematóloga que coordina los
ingresos para los trasplantes.
-El
lunes te pasas por el hospital para realizar una PCR y si todo está ok, el
martes por la tarde ingresas para iniciar el procedimiento.
Así
que dos meses después de haber finalizado la quimioterapia, con algo más de
peso y un poco mejor de forma física ingresaba en la novena planta del HUCA.
Las habitaciones
de la planta de trasplantes son algo diferentes, la puerta es doble con un
pasillo en medio que se utilizan a modo
de esclusa, la ventilación se realiza en circuito cerrado con filtros para el
aire y otros dispuestos en los grifos del baño para purificar el agua, todo con
la idea de mantener el mayor aislamiento posible a virus y bacterias.
La
misma tarde del ingreso me pusieron en el interior del brazo izquierdo a la
altura del bíceps un PICC, me realizaron una pequeña operación con toda su
parafernalia donde a través de una vía me introdujeron un catéter que se
alojaba hasta llegar cerca del corazón, del brazo me salían dos llaves, los sanitarios las llamaban luces,
y por ahí iban todos los medicamentos, me realizaban las extracciones diarias
de sangre y por supuesto la quimio.
Día
menos seis, comienza la quimioterapia, dosis altas, entre diez y veinte veces
más fuertes que la quimio de los ciclos. Una puta bomba atómica para el cuerpo,
una tortura que paso por alto porque sólo recordarlo me pone enfermo.
Como
detalle la última quimio en el día menos uno es muy corta, sólo veinte minutos,
las otras eran todo el día, pero esta última ataca a las mucosas ocasionado
muchos daños y muy dolorosos, por lo
visto, el frio reduce esos efectos colaterales , así que te hacen tomar polos
de hielo, en media hora me zampe cuatro calipos de fresa.
El
día cero, te introducen las células madre, un proceso sencillo, un curioso
efecto secundario es que cuando congelan las células madre utilizan un producto
que se usa en la conservación de alimentos enlatados, por lo que durante unos
días en los que vas eliminando ese líquido a través de la respiración provocas
que todo huela a una lata de berberechos pero avinagrados.
Después
del trasplante tuve un par de días de tregua, las náuseas me acompañaban pero
estaba más o menos tranquilo, por dentro era otra cosa, la quimio iba haciendo
su trabajo, las células de tu cuerpo empapadas en veneno iban muriendo, se
conoce como periodo de aplasia, omito detalles, se pasa muy mal. Yo comencé con
un desmayo y una caída afortunadamente sin consecuencias graves, tres días los pase aletargado, mi cuerpo me
indujo algo parecido a estar en coma, no comía y pasé el noventa por ciento del
tiempo dormido, tuve fiebre de treinta y ocho y medio durante cuarenta y ocho
horas, tu médula está destruida pero aún así el cuerpo se defiende como puede.
Las
buenas noticias llegan en el día más diez, los neutrófilos han comenzado a
subir, eso es la señal de que el injerto ha funcionado y tu médula está
despertando, el proceso es lento, cada día sientes una leve mejoría, en las
analíticas diarias van comprobando los valores de tu sangre, en mi caso necesité
cinco trasfusiones de plaquetas antes de que la médula comenzara a producirlas.
Después
de veinte días ingresado, con los niveles de los componentes de la sangre en lo
mínimo de lo aconsejable me proponen el alta, y antes de que terminase de decirlo
el médico, ya estaba fuera del hospital disfrutando de una suave brisa en la
cara.
Este
encierro de veinte días y el tratamiento son muy duros de sobrellevar para el
paciente, pero diría que casi más para el acompañante, tu estás obligado a
pasar por ello, pero quien está a tu lado tiene la oportunidad de marcharse y
dejar de soportar una situación desbordante, que te asfixia y te hace sentir impotente.
Mi mujer aguantó como una leona, y lo ha pasado mal, pero ha estado a mi lado,
la guardiana de mi alma, en esos momentos que tú llama se está apagando, allí
estaba ella para protegerme, para no dejar que me rindiera.
También
es digno de subrayar el trabajo de los sanitarios, algo que tiene que ser
vocacional, si no ver tanta desgracia a diario se tiene que hacer insoportable.
Por
lo demás yo he hecho lo que tenía que hacer, si lo he pasado yo, cualquiera que
llegue a leer esto buscando motivaciones porque tiene que pasar por algo
parecido, que no tenga dudas, lo va a superar.
Esto
no termina aquí, es el nuevo comienzo de una vida marcada por el cáncer y que
te condiciona a depender de médicos, pruebas y tratamientos para el resto de
tus días, hay que adaptarse a las nuevas circunstancias y seguir día a día
disfrutando cuando se pueda de las cosas más sencillas y aprovechando el tiempo
que hemos ganado independiente de cuanto sea, ojalá que sea mucho y pueda lucir
arrugas en mi cara, que aunque no nos gusten, después de todo, son los galones
que nos ganamos con el paso de los años.
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